Autor: Ana Cristina López, licenciada en Ciencias de la Comunicación y Publicidad por la Universidad de San Pedro Sula (Honduras).
Cada mirada, cada pensamiento nos lleva a lo profundo de nuestra conciencia, de nuestro ser. Creo que el poder tener el coraje o la amabilidad con nosotros mismos, de poder escarbar en los sitios más recónditos de nuestra memoria, de nuestro yo más y menos “domesticado”, es un acto de amor propio, porque nadie nos puede dar eso que llevamos dentro y que tan poco cuidamos por creer que lo que necesitamos esta fuera de nosotros, es decir, que alguien más lo tiene.
En las cosas o momentos ordinarios es donde se encuentra o crea la magia. Observar en silencio por la ventana, apreciar el mecer de las ramas, sentir el viento, ver más allá de lo que está frente a nosotros (suelo buscar en la forma de los árboles, en el trinar de los pájaros, en lo opaco del día, mensajes que llegan a profundizar un tema que lleva varios días naufragando en esta cabeza llena de tantas cosas desordenadas que buscan su lugar nunca llegan a encontrarlo. Pero pienso que sin todo eso no sería yo completamente, porque he aprendido que la clave es vivirlo todo, desde lo más simple y en casos menos significativos hasta lo más complejo.
Quiero vivir los momentos en soledad, en compañía en silencio, con ruido, pero dependiendo del estado de ánimo, porque jamás estando con mucha energía física y mental- dígase creativamente-podre estar calmada, tranquila, estática o todo lo contrario. Quiero vivirlo todo y con todo me refiero a cada cosa que deba pasar; vivir la salida del sol, vivir la calma del campo, vivir la adrenalina, lo que pienso, lo que imagino; vivir en otra época (mental), disfrutar de los placeres que da la vida. Vivir la libertad que me da el expresar en papel lo que pienso. Vivirlo todo, esa es la clave para después no quedar diciendo que no hice lo que quería por miedo o porque no sé. Vivirlo todo porque nadie nos puede privar de semejante libertad. Vivir lo que me gusta, disfrutar el momento, aunque sea efímero, pero sé que vale la pena. Vivirlo todo porque esa es la clave de la vida.